La gente que la rodeaba, eso sí, empezó a mostrar su descontento. ¿Qué le pasaba a Elda? ¿Por qué razón no era la misma de siempre? ¿A qué se debía ese cambio? Y el desagrado empezó a materializarse con pocas muestras de cariño, antes rifadas, ahora limitadas. Lo primero que desapareció fueron las llamadas y los mensajes, las invitaciones se convirtieron en algo escaso. Pero ella seguía convincente y sin sonrisa, por lo que decidió ignorar cada desplante. Debían comprender que la elección eran suya y no de otros.
Lejos de
perjudicarla, todo aquello le proporcionó una fortaleza de la que antes desconocía.
<Si no me quieren como soy, entonces es que nunca me quisieron> Se decía.
<E indicaremos que todas aquellas nuevas emociones la dejaban un poco más serena>
Se dedicaba a
pequeñas cosas, las grandezas quedaron limitadas y hasta un tanto olvidadas, no
necesitaba de más. Uno de los nuevos proyectos en los que se embarcó fue arreglar la parte trasera de
la casa, plantaría flores; sí, pero debía decidir cuales. Así que preguntó a varios
vecinos que se les veía mañosos y sus jardines eran auténticas obras de arte, éstos
incrédulos no la vieron capacitada para dicha labor, pero que decir que Elda en
todo aquel proceso estaba autodescubriéndose y se reconoció perseverante, y
ante la malicia de ver que no querían ayudarla no se resignó como lo hubiera
hecho la antigua Elda, no, se compró un gran libro de jardinería y lo estudió
sin tregua, a penas durmió hasta terminarlo.
Era una decisión
difícil, debía tomárselo con calma, no podía errar en el proceso. Una
vez lo tuvo claro, empezó con la dura tarea. <Recordemos que las
preocupaciones de Elda hasta hace bien poco eran otras muy distintas> Y cavó
y cavó, tan hondo como las profundidades de sus miedos y entre palada y palada
se hirió las manos, rompió las uñas, cada herida era una muestra del gran
camino en el que se estaba adentrando, la mejor parte de aquel extraño bucle
fue cuando por fin pudo colocar las semillas elegidas. No lo hizo rápido todo
lo contrario se tomó tanto tiempo que llegó el atardecer, pero no tenía prisa
así que en ningún momento se apresuró, las colocó con cuidado y cariño. Y solo cuando estuvo
muy segura de que todo estaba perfecto, empezó a cubrirlas. Puñados de tierra
húmeda se le colaban entre las heridas proveyéndola de un molesto picor, pero no paró,
no, en ningún momento ceso en su empeño, quería sentirlo, necesitaba sentirlo,
por eso decidió no usar los guantes. Los vecinos la veían y susurraban,
<pobre niña> <qué torpe> <no lo terminará>, pero ella no hacía
caso, algo en su interior estaba emergiendo y aunque todavía no sabía de qué
trataba, bullía con fuerza.
Cada día lo regaba,
le hablaba a ese pequeño terreno de tierra, le cantaba <cuantos berridos
aguantaron aquella pequeña comunidad> pero la estima que impregnaba toda
aquella estampa seguía removiendo algo desconocido para Elda, nuevas
sensaciones que seguían sin nombre. Lo que no pudo negar es que en varios momentos
flaqueó, el proceso era lento, no le fue entregado a la primera, pero la
constancia finalmente la recompensó, un primer brote surgió; frágil y delicadeza
perenne. Vida y emoción eso fue lo que sintió Elda al verlo y por primera vez no
necesitó del simbolismo del maquillaje, porque pudo hacerlo, sí señores, nació
sin más, sonrió de corazón. Entonces lo comprendió, lo pequeño si nace
del amor es enorme para el alma.
En las semanas que
se sucedieron, nuevos brotes aparecieron y todos pudieron admirar el precioso jardín de
Elda. Pero no se trata de demostrar sino de encontrar, y eso fue lo que pasó, lo
verdaderamente importante es que ella por primera vez y no la última, floreció con una
grandiosa y sincera sonrisa.
Daniel Ridgway (1839-1924) - Picking Poppies
¡Ah! Antes de
finalizar… disculpen a la voz en off a veces se le olvida que no puede formar parte
de las historias, ;)